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Acuafobia
La acuafobia es el miedo irracional y desproporcionado al agua pudiendo incluir el temor a bañarse o nadar en una piscina, en el mar (talasofobia), en un lago (limnofobia), un rio (potamofobia) o incluso en una bañera.
La palabra hidrofobia es un sinónimo de acuafobia, aunque también es utilizada para referirse a la aversión al agua desarrollada en humanos durante las últimas etapas de la rabia.
La raiz acua proviene del latín aqua mientras que el sufijo fobia proviene del griego fobos y significa temor o miedo (hidro proviene del griego agua).
¿Cuáles son los síntomas de la acuafobia?
Los síntomas principales de la fobia al agua son sentir ansiedad y miedo irracional, persistente y excesivo en actividades acuáticas, ya sea en lugares cerrados (piscinas), o en la naturaleza (mar, lagos, ríos…) pudiendo incluir:
- Físicos: falta de aire, dificultades para respirar, aceleración del ritmo cardíaco, parálisis muscular, opresión en el pecho, nauseas y mareos, ataques de pánico...
- Mentales: creencias irracionales, pensamientos negativos exagerados, imaginación de situaciones catastróficas por causa del agua, pensamiento recurrentes de ahogarse...
- Comportamiento: evitar lugares con agua, miedo a perder el control, a desmayarse o ahogarse al entrar en el agua, bañarse en la playa, una piscina...
Generalmente la ansiedad y el miedo aumentan notablemente cada vez que la persona que sufre acuafobia se acerca el agua y disminuye al alejarse, pero en los casos más extremos la ansiedad puede aparecer sólo con imaginarse mojándose los pies junto a la orilla del mar.
Según los criterios del DSM-5 (el manual de referencia de los psicólogos), para diagnosticar acuafobia debes haber experimentado sus síntomas durante al menos seis meses.
¿Qué causa la acuafobia?
La acuafobia suele estar causada por un acontecimiento traumático durante la infancia, por ejemplo observar como otra persona se ahoga, aunque también puede ser el resultado de una serie de experiencias negativas.
Cuando el individuo tiene contacto por primera vez con el medio de una forma brusca, repentina y masiva, en donde no puede controlar el entorno, hace que tampoco pueda dominar sus emociones y la ansiedad aumente hasta poder denominarlo pánico.
El pánico dejará secuelas, y esa persona estará sensibilizada frente a esa situación, por lo que el agua será un verdadero trauma para él, no será un medio seguro y puede convertirse en una verdadera fobia que perdure un gran periodo de tiempo.
(Zumbrunnen y Fouace, 2001).
Muchos psicólogos coinciden con esta explicación y la complementan diciendo que uno de los principales temores de las personas que sufren acuafobia es caer al agua, ser empujados o ahogarse al no recibir ayuda.
Este miedo hace que adquieran conductas defensivas que con el tiempo pueden ser difíciles de revertir como, quedarse siempre en la orilla, usar siempre un salvavidas (manguitos en caso de niños) o incluso, en casos muy extremos, evitar mirar el agua.
Otro factor importante que puede desembocar en fobia al agua es la transmisión de este miedo por parte de los padres u otros seres cercanos, debido a su propio miedo al agua o al tratar de mantener al niño alejado del mar o de piscinas.
Se ha observado que los niños que desde pequeños se encuentran en contacto con el agua después de nacer tienen menos probabilidades de padecer acuafobia, por lo que la evitación sea voluntaria o no puede jugar un papel importante en el desarrollo de este temor.
Otros factores importantes en el desarrollo de esta fobia pueden ser:
- Miedo a posibles catástrofes con agua (tsunamis, olas gigantes, lluvias torrenciales...)
- No permitir que el agua te llegue nunca por encima de los tobillos, rodillas o caderas e incapaz de introducir la cabeza bajo el agua.
- Miedo al fracaso o hacer el ridículo
- Temor a ahogarte o a lesionarte
- Miedo a los propios síntomas del miedo
- Miedo a nadar
- Fobia a los tiburones (selacofobia), a otras criaturas marinas, o incluso a la existencia de monstruos marinos.
- Evitar constantemente acercarse al océano, el mar y piscinas eludiendo que el agua toque cualquier parte de tu cuerpo
¿Cómo se trata la acuafobia?
La gran mayoría de psicólogos tratan la acuafobia combinando terapia de exposición progresiva y terapia cognitivo conductual.
Terapia Cognitivo Conductual
Con la terapia cognitivo conductual, el psicólogo te enseña a cuestionar tus pensamientos y creencias irracionales relacionadas con el miedo al agua.
A medida que aprendas a desafiar tus miedos, también te enseñará estrategias para hacer frente a la ansiedad.
Entre estas herramientas destacan las técnicas de respiración ya que una buena respiración disminuye el cansancio en el agua y puede ayudarte a reducir los nervios en una situación de ansiedad.
Exposición gradual
El método más aceptado para superar las fobias situacionales como la acuafobia es la terapia de exposición gradual.
Durante este tipo de terapia, te expones gradualmente al agua disminuyendo paulatinamente tus niveles de ansiedad.
Un ejemplo de exposición gradual a la acuafobia podría ser:
- Pasear junto a la orilla del mar
- Mojarte el rostro
- Andar por la orilla con los pies sumergidos en el agua.
- Tratar de flotar en una zona con unos pocos palmos de agua donde no te cubra.
- Alejarte de la orilla hasta la zona en que el agua cubre hasta tus cadera, y luego hasta el pecho.
- Sumergir la cabeza con los ojos cerrados.
- Abrir los ojos con la cabeza bajo el agua
- Realizar piernas de crol con un flotador
Un factor clave en este tipo de exposiciones es que el paciente debe sentir cierta sensación de seguridad y confianza con cada paso, antes de comenzar con el siguiente.
Nota: en las últimas fases del tratamiento, suele ser recomendable trabajar conjuntamente con un instructor de natación.
Fobias relacionadas:
- Cimofobia: fobia a las olas del mar o a los tsunamis
- Ombrofobia: fobia a la lluvia
- Pirofobia: miedo a las profundidades / fobia al agua profunda
- Batofobia: miedo a las profundidades / fobia al agua profunda